ACTO EN CURA BROCHERO, SÁBADO 23 OCTUBRE 2010

sábado, 29 de junio de 2013

"DISCURSO DE LA SERVIDUMBRE VOLUNTARIA", CRÍTICA (TEATRO), ELSA BRAGATO





UN GRITO A LA CONCIENCIA SOCIAL
(INTELIGENCIA AL SERVICIO DEL TEATRO)

DISCURSO DE LA SERVIDUMBRE VOLUNTARIA

De E. de La Boétie, versión teatral de Pablo Alarcón, con Pablo Alarcón, Esteban Fiocca y Natalia Galik.

Un gran texto, un gran actor. Nada más para demostrarnos que la inteligencia está puesta al servicio de la escena nacional. Pablo Alarcón cuenta que encontró, de casualidad, en una vieja librería el “Discurso de la servidumbre voluntaria” de Etienne de La Boetie, escrita alrededor de 1548, autor desconocido que, sin embargo, hechó las bases de los ensayos de Montaigne. Con ese discurso, Alarcón realizó una puesta moderna, sencilla, en una sala nueva, La Mueca, en el corazón de Palermo Viejo. La dotó de dos actores, el pregonero y la percusionista, y le sumó el aporte del audiovisual a través de una pantalla donde el espectador ve, desde que ingresa a la sala, un fragmento del film “El gran dictador” de Charles Chaplin. Esa pantalla servirá para mostrarnos los hechos que La Boetie cuenta, como un sabio futurólogo, los azotes sociales que se desencadenan cuando los pueblos aceptan, por un ocasional bienestar, la dictadura de los poderosos. Dádivas a cambio de no mirar lo que realmente nos roban que, en definitiva, es la vida misma. Vemos documentales de la primera Guerra Mundial, el bombardeo a la Plaza de Mayo del 16 de junio de 1955 hasta los hechos más aberrantes de la última dictadura militar.  Los breves documentales a manera de intervalos pequeñísimos nos duelen, nos producen respingos en el alma.

Es en la puesta donde encontramos un rasgo notable de inteligencia: la escenografía necesaria, minimalista, que sirve perfectamente a la funcionalidad de los actores. El pregonero  (Esteban Fiocca) colabora con el personaje de Alarcón que monologa sobre los horrores que se ciernen desde siempre sobre la humanidad que acepta, voluntariamente, ser siervo de quienes elige. Y la percusionista (Natalia Galik) dota de  sonoridades necesarias la escena que van desde el tambor que anuncia el pregón hasta sonidos sutiles que acompañan las encendidas palabras de Pablo Alarcón, o de La Boetie.

El cierre no puede ser mejor: despojado de su personaje, Pablo Alarcón lee el discurso final que Charles Chaplin realiza en “El gran dictador”, conmovedora visión del genio del cine sobre el futuro de una humanidad que no advierte los peligros de su propio accionar.

Nos pareció una de las muestras más interesantes y sagaces de hacer teatro, desde el trabajo en la puesta de Pablo Alarcón sobre un discurso hasta su apasionado monólogo. Es, en definitiva, una obra de un personaje que nos despierta (el discurso era llamado "El despertador") la conciencia, que nos alerta sobre la pasividad comunitaria, que nos subvierte profundamente arrancándonos aplausos del alma.

Elsa Bragato, julio 2013.-