MANZI, LA VIDA EN ORSAI
De Betty Gambartes (idea y
dirección)
Arreglos y dirección musical:
Diego Vila
Elenco: Jorge Suárez, Julia
Calvo y Néstor Caniglia.
Teatro La Comedia, Rodríguez
Peña y Santa Fe
EXCELENTE. GRANDES ACTORES PARA
UNA EVOCACIÓN PROFUNDA DE MANZI
Recordar
a Homero Manzi, nada menos, en un musical, ha sido una gran idea de Betty
Gambartes, excelente escritora que aquí puso a prueba su capacidad de unir
música con ficción. No hay un solo elemento que perturbe o esté demás en el
escenario: de punta a punta, el espacio escénico es utilizado por el trío
musical que dirige Diego Vila, a veces como cortina musical en vivo, otras como
integrantes de un conjunto en una radio de los 40 o bien acompañando a los
protagonistas. En el lado opuesto, tan solo el telón de fondo negro nos dará la
clara idea de Manzi en la cárcel por ser un radical revolucionario contrario al
golpe de Uriburu en los 30. Todo en su lugar, todo útil para el desplazamiento
de los protagonistas. Una mesa, dos cillas, un espejo, un teléfono. Y, en el
fondo, una escalinata que da lugar al cielo y a la ciudad respectivamente.
En
los protagonistas vamos a reparar ahora: Jorge
Suárez nos viene sorprendiendo o bien el teatro nos permite descubrirlo
como el gran actor que es. El papel de Homero Manzi le queda a las mil
maravillas y con esa barbita tan típica del gran poeta santiagueño capturado
por la porteñidad, logra hasta un aire a don Horacio Ferrer, sin perder la
esencia de su rol, donde un hombre con el alma cargada de poesía lucha como don
Quijote y los molinos para hacer escuchar su voz, su amor, sus ideas. Las
interpretaciones de algunos de los tangos del gran Manzi logran en la voz actoral de Suárez una interpretación más que lograda.
Dúctil,
Néstor Caniglia, de vasta
trayectoria, cumple con los roles de Cátulo Castillo, “Catulín”, y Aníbal
Troilo Pichuco. Es cierto que su físico no es el de Troilo, pero la capacidad
actoral de Caniglia supera ese detalle alejándose de la caricatura.
Julia Calvo, en el papel de Nelly Omar (Nelly Omar fue la amante
de Homero Manzi, así como Ada Falcon lo fuese de Francisco Canaro), es quien se
enamora perdidamente de ese poeta que la persigue en la radio, que le regala
flores y poemas pero que jamás abandonará a su mujer y a su hijo (el compositor
Acho Manzi que lleva el nombre real de su padre, Homero). Calvo logra una de las interpretaciones más
conmovedoras de su carrera, pasional, con un dulce erotismo que atrapa al
poeta, entregada locamente a la pasión. Su llanto al borde del escenario por
las indecisiones de Manzi tiene una altura dramática digna de la Magnani.
El
texto tiene momentos cumbres en sus parlamentos: uno, cuando Manzi le pregunta
con desesperación a Troilo si sus tangos se conocen, si la gente los canta. Y
otro, entregándose a Dios con una rebeldía
crística por la terrible enfermedad terminal que lo aqueja gritándole a los
cielos que en ese pecho todavía hay mucha poesía para entregar, que Dios lo
deje un poco más en esta Tierra para cumplir con sus sueños.
Radical
volcado al peronismo porque “cumple con los ideales del radicalismo”, Homero
Manzi tiene un “in memoriam” merecido,
que lo rescata del olvido del siglo XXI, tan despiadado, y nos sumerge en
aquellos 30 y 40 del siglo XX donde la bohemia significaba poesía, música, el
sueño de que Carlos Gardel cantara los tangos de los “nuevos”, la amante fiel,
y el ideario político-libertario de hombres y mujeres que enriquecieron nuestra
historia. Porque, además de su maravillosa poesía, Homero Manzi militó por la
libertad.
Muy
buena resolución escénica, si bien habríamos preferido una escenografía más
elaborada para estos personajes entrañables, con actuaciones que nunca podrán
olvidarse. Betty Gambartes ha tenido una
brillante idea, de ésas que marcan un hito en el teatro nacional contemporáneo.
Sus actores, insuperables.
Elsa Bragato