UN GRITO A LA CONCIENCIA
SOCIAL
(INTELIGENCIA AL SERVICIO DEL TEATRO)
DISCURSO DE LA SERVIDUMBRE VOLUNTARIA
De E. de La Boétie, versión teatral de Pablo Alarcón, con
Pablo Alarcón, Esteban Fiocca y Natalia Galik.
Un gran texto, un gran actor.
Nada más para demostrarnos que la inteligencia está puesta al servicio de la
escena nacional. Pablo Alarcón cuenta que encontró, de casualidad, en una vieja
librería el “Discurso de la servidumbre voluntaria” de Etienne de La Boetie,
escrita alrededor de 1548, autor desconocido que, sin embargo, hechó las bases
de los ensayos de Montaigne. Con ese discurso, Alarcón realizó una puesta
moderna, sencilla, en una sala nueva, La Mueca, en el corazón de Palermo Viejo.
La dotó de dos actores, el pregonero y la percusionista, y le sumó el aporte
del audiovisual a través de una pantalla donde el espectador ve, desde que
ingresa a la sala, un fragmento del film “El gran dictador” de Charles Chaplin. Esa
pantalla servirá para mostrarnos los hechos que La Boetie cuenta, como un sabio
futurólogo, los azotes sociales que se desencadenan cuando los pueblos aceptan,
por un ocasional bienestar, la dictadura de los poderosos. Dádivas a cambio de no mirar lo que realmente nos roban que, en
definitiva, es la vida misma. Vemos documentales de la primera Guerra
Mundial, el bombardeo a la Plaza de Mayo del 16 de junio de 1955 hasta los
hechos más aberrantes de la última dictadura militar. Los breves documentales a manera de intervalos
pequeñísimos nos duelen, nos producen respingos en el alma.
Es en la puesta donde encontramos
un rasgo notable de inteligencia: la escenografía necesaria, minimalista, que
sirve perfectamente a la funcionalidad de los actores. El pregonero (Esteban Fiocca) colabora con el personaje de
Alarcón que monologa sobre los horrores que se ciernen desde siempre sobre la
humanidad que acepta, voluntariamente, ser siervo de quienes elige. Y la
percusionista (Natalia Galik) dota de sonoridades necesarias la escena que van desde
el tambor que anuncia el pregón hasta sonidos sutiles que acompañan las
encendidas palabras de Pablo Alarcón, o de La Boetie.
El cierre no puede ser mejor:
despojado de su personaje, Pablo Alarcón lee el discurso final que Charles
Chaplin realiza en “El gran dictador”, conmovedora
visión del genio del cine sobre el futuro de una humanidad que no advierte los
peligros de su propio accionar.
Nos pareció una de las muestras más interesantes y sagaces de hacer teatro,
desde el trabajo en la puesta de Pablo Alarcón sobre un discurso hasta su
apasionado monólogo. Es, en definitiva, una obra de un personaje que nos despierta (el discurso era llamado "El despertador") la conciencia, que nos alerta sobre la pasividad comunitaria, que nos
subvierte profundamente arrancándonos aplausos del alma.
Elsa Bragato, julio 2013.-