EDMOND
Entre el vodevil y la comedia dramática transita Edmond de Alexis Michalik, autor y director de la puesta que reabrió el teatro Alvear, luego de una década de permanecer cerrado.
“Edmong” tiene un gran trío protagónico: Miguel Angel Rodríguez como Coquelin, Edmond a cargo de Felipe Colombo, y Jeanne por Vanesa González, además de más de 10 valiosos intérpretes.
Varios
aspectos hay que destacar: la inteligencia de la puesta, de por sí
dificilísima, la escenografía móvil, la musicalización además de la música
original de Romain Trouillet. Hay una planificación milimétrica de escenografía y elenco en sus entradas y salidas del escenario que resulta impactante, nunca antes visto.
En principio, se eligió una obra que habla del teatro y su creación: Edmond Rostand, dramaturgo, venía de muchos fracasos teatrales y debía mantener a su mujer e hijos. Hasta que su amiga Sara Bernhardt le presenta a un reconocido actor, Coquelin, que necesitaba también un éxito. Las penurias de Edmond aumentan cuando encuentra, en una joven actriz, a su musa inspiradora; las cartas de amor que le envía, de a dos por día, serán la base de su Cyrano de Bergerac, la obra que tiene en su mente, que aún no ha escrito y que, luego de presentarse a duras penas, le permitió tener éxito, fama, reconquistar a su esposa, y devolviéndole además la popularidad al alicaído Coquelin.El proceso creativo es penoso y la obra de Michalik se encarga de mostrarlo a través de una continua movilidad de actores y tramoyas, un ir y venir sobre el escenario que requiere de eximios intérpretes, aquí de todas las edades y todos a un altísimo nivel de expresión artística.
Es una puesta novedosa, diferente e inteligente: se inicia con los actores ubicándose lentamente sobre el escenario aún con las luces encendidas de la sala, mirando por momentos fijamente al público que va ingresando a la sala del Alvear. Ya en el inicio, hay una planificación milimétrica de escenografía y elenco en sus entradas y salidas del escenario que resulta impactante, nunca antes visto. Sí consignamos que hay una media hora de más, especialmente por el comienzo que resulta un tanto farragoso. A veces mantener cierto clasicismo en el relato no viene mal. De todas maneras, una puesta y actuaciones prodigiosas.
Elsa Bragato