EL ZOO DE CRISTAL, de Tennessee Williams. Versión de Mauricio Kartun. Con Ingrid Pellicori, Agustín Rittano, Malena Figó, Martín Urbaneja. Arte de Stella Maris Santiago, Vestuario de Julio Suárez, Escenografía de Cinthia Chomski, Iluminación de Horacio Novelle, Gráfico de Stella Maris Santiago, Música y diseño sonoro de Silvina Aspiazu, Fotografía de Nacho Lunadei y Federico Sosa. Dirección de Gustavo Pardi. Comunicación y prensa de Mutuverría PR. Teatro Picadero, CABA.
XXXX- BUENA VERSIÓN DE UN CLÁSICO CONTEMPORÁNEO
Una nueva versión de “El zoo de cristal” de Tennessee Williams llega al teatro Picadero de esta ciudad, con versión del dramaturgo Mauricio Kartun, puesta en escena de Gustavo Pardi y un sólido elenco encabezado por Ingrid Pellicori, Agustín Rittano, Malena Figó Y Martin Urbaneja. En esta adecuación que significa hacer una versión de un clásico, Kartun aggiornó el vocabulario y secuencias intrahogareñas acercándolas al estilo de vida actual. De acuerdo a la autorizada palabra del crítico Romulo Berrutti, Kartun también modificó en demasía la presentación de “su familia” que hace el personaje “Tom” (Rittano) a la manera de “relator” por lo que se pierde ubicación precisa de la historia y hasta el por qué, señalamos nosotros, de esta personal historia del dramaturgo Williams (basta con leer el texto original). Para nosotros, la puesta en escena de la primera parte (la madre con sus dos hijos antes de la cena con el invitado especial) debió comprimirse más en su ritmo. Hay silencios demasiado extensos entre un parlamento y otro que resultan innecesarios. Cuando ingresa “Jim” (Urbaneja) como el presunto candidato para “Laura” (Figó), la obra adquiere una cadencia ágil que se mantiene hasta el final. Aunque el enojo y desencanto final de la madre requirió, esta vez sí, más desarrollo temporal.
Hay que destacar que la puesta logra un halo mágico cuando el texto original exige que se corte la luz quedando una iluminación virada al azul junto a un candelabro de tres velas que permiten vislumbrar el encuentro entre Jim y Laura. El diálogo entre los dos jóvenes es de altísimo vuelo recordándonos la calidad del autor para describir los vericuetos del alma humana.
Ingrid Pellicori como Amanda, la madre de dos hijos, Tom y Laura, el primero con extrañas huidas del hogar y la segunda acomplejada por su renguera, encarna un personaje avasallador, pegajoso, y manipulador, que asfixia aún con sus buenas intenciones. Por su parte, Agustín Rittano como Tom, que abre y cierra la obra, pierde fuerza por momentos por esa falta de ritmo que indicamos. Mientras que Malena Figó como Laura encuentra en su unicornio de cristal y en la música una vida de ilusión que la aleja de su complejo físico. Este personaje tiene relevancia hacia el desenlace, cuando dialoga con Tom teniendo aquí una fuerte simbología el zoo de cristal; aunque destacamos otro momento de Figó-Laura, de gran belleza escénica, frente al público siguiendo con leves movimientos de brazos y cuerpo la voz que canta un blues de cadencia sinuosa. Finalmente, Martín Urbaneja como Tom, el supuesto salvador, tiene el personaje más agradecido por ser extrovertido, simpático, capaz de quebrar con su temperamento el ambiente taciturno de ese hogar sin rumbo social.
Por sobre la puesta, que incluye una musicalización exquisita (Silvina Aspiazu en música original y diseño sonoro), está la magnificencia de un autor como Tennessee Williams, de los más puntillosos a la hora de indicar un montaje, que dota a sus personajes de humanidad, retratando usos y costumbres de entonces y de ahora. Y esto determina que esta obra sea un clásico, una pieza de repertorio: es que, con diferencias de puestas y versiones, logra mantenerse intacta porque cuenta la vida misma desde un determinado ángulo al mostrarnos nuestras miserias, conformando un zoo humano tan de cristal como el unicornio de Laura.
Elsa Bragato